En términos globales, el transporte marítimo contenerizado disfrutó de una pandemia notablemente corta y aguda. En septiembre del año pasado, los volúmenes ya superaban los niveles de enero y febrero, gracias al repunte de la demanda de equipos médicos y del gasto en bienes duraderos en los países desarrollados.
Tratar de hacer todas esas entregas a tiempo significó que muchos buques empezaron a hacer sus viajes de vuelta vacíos, ahorrando unas horas preciosas que normalmente habrían dedicado a embarcar contenedores vacíos para enviarlas de vuelta a China. Esto provocó un exceso de contenedores en los puertos europeos y norteamericanos y una escasez en Asia, lo que ha llevado los precios de los fletes a niveles astronómicos en las rutas de exportación.
Esos precios elevados -y los fuertes diferenciales con el costo en la ruta de vuelta- pueden observarse como señales de precios que empujarán al sector a reequilibrarse. Eso ya parece estar surtiendo efecto. En mayo se enviaron más de 360.000 contenedores vacíos desde el puerto de Los Ángeles, aproximadamente el doble de las tasas estacionales habituales.
Sin embargo, se espera que el mayor problema vendrá una vez que los contenedores del mundo estén donde tienen que estar.