Hace unos meses, la naviera alemana Hapag-Lloyd anunció a sus clientes que comenzaría a instrumentar la plataforma de Wave BL, un blockchain donde se vuelcan los documentos de embarque electrónicos (eBL, o bill of lading electrónico) y que fue adoptada por varios jugadores de primera línea, entre ellos, MSC, ZIM, ONE y Hapag-Lloyd.
El BL es tal vez el mayor anacronismo de la logística marítima internacional: papeles que viajan con la carga y que, en esa fragilidad, acreditan la propiedad de una carga y generan múltiples dolores de cabeza si, como pasa con cualquier papel, se rompe o se pierde. O peor, si se falsifica.
Anacrónico y sinsentido si se tiene en cuenta que la tecnología que reemplaza, agiliza y hace 1000 veces más seguro este proceso ya existe y se llama, justamente, blockchain. Hacer todos los procesos de esta manera sería un cambio tan radical como necesario. No lograrlo demuestra el atraso digital, algo que ni siquiera la pandemia logró acelerar.
En la Argentina, donde todavía se exige la copia física al momento de retirar las cargas y donde la Aduana avanza todavía muy lento en la digitalización de este tipo de documentos, un forwarder se anotó en el programa de capacitación a usuarios de Hapag-Lloyd.
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